Homilía del 4º Domingo de Pascua.
El tiempo pascual es apropiado para vivir la alegría. La alegría por la resurrección, la alegría por la victoria sobre nuestra muerte, por nuestra vida sin fin, porque estamos destinados a la plenitud de la divinidad. Nos alegramos porque Dios es nuestro Padre, porque Cristo ha vencido y nosotros vencemos con Él, porque gozamos de los dones del Espíritu que nos encaminan hacia la plenitud la fe y del amor. Los cristianos tenemos muchas razones para la alegría y para llevar una vida ilusionada que no tiene fin.